Las jugadoras de rugby están hechas de otra pasta. Son mujeres comprometidas, duras, valientes, peleonas, inteligentes; saben levantarse para continuar aunque saben que volverán a caer para… volver a levantarse. Pero son mujeres que, además, aman a sus parejas, estudian dibujando el futuro con trazo fino, cuidan de sus hijos, trabajan duro y saben disfrutar de una buena ópera o del cine de Billy Wilder. Mujeres que juegan al rugby porque es el deporte de su vida, junto a sus compañeras que forman un grupo por el que están dispuestas a cualquier cosa.

El campo ‘Julián Ariza’ de Torrelodones es un excelente terreno de juego. Y el sol iluminaba de maravilla (las vistas parecían un cuadro de Antonio López), a las diez de la mañana, un escenario que resulta siempre agradable. El equipo femenino del Pozuelo Rugby Unión acudía a la cita que tenía con el Torrelodones R. C., un equipo que ha sufrido algunas bajas importantes respecto al año pasado y que cuenta con algunas jugadoras recién llegadas por lo que luce algo descompensado. La defensa del equipo de Torrelodones es irregular y el ataque depende absolutamente de los talentos individuales. Destaca, por su rapidez, Laura Dalia Elizaga Quevedo, una jugadora rápida a la que no se le pueden dar dos metros de ventaja sin riesgo de ensayo en contra.


El resultado (15 -78) muestra, claramente, la superioridad del PRU. Eso es algo evidente aunque los tres ensayos recibidos en contra dicen mucho de los despistes en defensa que suelen coincidir con ventajas en el marcador y que invitan a las jugadoras a relajarse. Eso no puede ser y no se lo puede permitir un equipo que aspira a subir de categoría. No se puede perder intensidad o concentración por tener el marcador a favor puesto que, frente a un equipo poderoso, eso puede convertirse en un marcador en contra imposible de remontar. Los despistes en defensa han sido considerables y han costado 15 puntos en contra. Hay que evitarlo.


A pesar de todo, el equipo femenino del PRU ha jugado un buen partido en el que ha destacado el bloque que se va armando a medida que pasan las semanas. Las individualidades se van difuminando a favor del juego en equipo. Cuando las jugadoras comienzan a mover el balón lo hacen con rapidez, no dan un respiro a la defensa contraria y ganan metros sin descanso. Bien colocadas sobre el césped, bien en los apoyos, bien en los rucks.


Bien al pelear cada touch. Y es necesario destacar el trabajo de Mary Stabb, flanker del PRU, que ha ganado todas y cada una de ellas y que ha conseguido que se formase algún maul -al ganar con autoridad la pelota- que se convertiría en ensayo. Mary Stabb, jugadora veterana, es una de esas flankers que los entrenadores prefieren tener en su equipo porque si la tienen enfrente saben que tienen un problema acechando, un peligro cierto. Stabb ha comenzado la temporada jugando muy bien, con solidez en defensa y contundencia en el ataque. Y lo mejor de todo es que es una mujer generosa y humilde a más no poder. Cede el balón, apoya siempre a la compañera que lo necesita, indica posiciones a la que anda más despistada… Por cierto, es madre de dos criaturas y no ha dejado de jugar al deporte de su vida. De otra pasta, sin duda.
Un paso más que traza el camino hacia el grupo de ascenso que se formará una vez que finalice esta primera fase de la competición.

G. Ramírez